¿Detenernos ante el progreso o continuar?


Frankenstein es un hijo de su tiempo. Un tiempo en que la religión estaba presente en distintos aspectos de la sociedad y que convive con los avances hacia los que la humanidad se encamina. La humanidad, desde lo que pude apreciar en la película, se constituye como un obstáculo para este avance; lograr sobrepasarla y dominarla era uno de los grandes objetivos de esta carrera hacia el progreso. Es en este sentido en el que podemos entender, e insertar, la creación de Frankenstein.
              Su creador, el joven Víctor Frankenstein, traumado por las muertes de su madre y de su mentor, asume la tarea de llevar el dominio sobre esta humanidad a su máxima expresión, la conquista de la muerte. De esta manera nace un monstruo que encarna, o se encarna de, lo “peor” de la sociedad, literal, ya que está hecho con partes de asesinos, pero con una humanidad presente a lo largo de la película. Es capaz de sentir amor y empatía para con otros seres humanos. El papel de la familia en el campo es fundamental para mostrarnos este lado más humano. Temeroso incluso de la humanidad, se sabe extraño, sólo se acerca al que no ve. En cuanto es descubierto por los que sí se percatan de su físico, de su no humanidad, es rechazado.
              Busca al que le dio vida, pretende una compañera. La creación, no logra separarse de esta humanidad. Tiene amor, pero también tiene furia. Elizabeth en cuanto se da cuenta de su naturaleza, una simple hechura, decide la muerte. Se prende fuego para terminar con el horror de su realidad y con esto los Frankenstein, creador y creación, se enfrascan en una persecución que los llevará a los confines del mundo, al Polo Norte. La muerte de Víctor representa también el fin de la creación, ya no hay ningún lazo, nada que lo una a este mundo. Un mundo del que está cansado. La humanidad lo cansa. Llora. Su humanidad se hace presente para finalmente prenderse fuego con su creador, ese hombre que, guiado por la tristeza y el enojo, comienza una batalla contra muerte. Esta imagen, el fuego que consume al progreso, a la creación, es lo que hace que el capitán del barco, un hombre que de igual forma estaba convencido de progresar, de conquistar el Polo Norte, decida regresar. El fuego, el regalo de Prometeo a la humanidad, consume al nuevo Prometeo. El hombre queda pequeño ante el progreso, ante el futuro y ante la vida. El hombre le teme a este progreso. Es mejor esperar, es mejor regresar.

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