“En búsqueda de la felicidad”
Este es el mensaje literal de la apertura y la insinuación del desenlace, un ideal que para muchas personas no
se materializó durante el periodo de entre guerras y mucho menos durante ellas.
Esta producción cinematográfica es brillante y significativa en dos aspectos
contextuales: en el que fue hecha y en la que se inspira, que no están
alejados, de hecho son consecutivos; en plena efervescencia de los
totalitarismos en el mundo, Charles Spencer con su ingenio nos traslada a su
pasado inmediato a través de retrospección cómica e irónica del mismo proceso
histórico sobre sí mismo, desde el crack
del 29 hasta el inhóspito panorama del New
Deal.
La gran depresión no sólo fue el
derrumbe de la bolsa de valores en Walt Street, sino que fue provocada por la acumulación
de vicios en el sistema del capital; los bancos se quedaron sin dinero líquido,
no había pagos, las mercancías se quedaban en el almacén simultáneamente que su
precio subía, había una sobreproducción en una sobrepoblación que no podía
adquirirlas. Esto trajo consigo una oleada de quiebras y caída prolongada de
los precios tanto en la industria como agricultura, reducción de salarios, desempleo,
etc. La cuestión aquí es que la solución –relativa- de esta gran crisis
consistió en acciones reformistas que cambiaron parcialmente la práctica político-económica
estadounidense. Se inició con el paso equivocado, alentado por la teoría clásica,
medidas monetarias para abandonar el patrón oro: en los pagos de los bancos y
en el atesoramiento de particulares, lo que agravó la situación, porque era
todo lo contrario, ya que los demás países se mantenían en ese patrón hizo que
la divisa del dólar se depreciara.
Ante la ineficacia de la política
monetaria, en el campo laboral se pretendía la subida de los precios a través
del consenso entre las empresas para establecer la mínima tarifa –Ley de
Recuperación Nacional- la norma industrial comenzó a ser el oligopolio y la
competencia se redujo al plano de una espiral descendente de salarios y
precios, para elevar la demanda. Esto provocó el crecimiento de la fuerza de
trabajo agrícola –movilidad hacía el campo- y un gran número de despidos a
trabajadores industriales. En la película está claramente esclarecida como
padecieron la depresión económica los trabajadores de la ciudad. La reaparición
de los trust también provoco el
cierre de varias empresas, en la trama se observa cómo el número de empleos
disponibles quedaba muy por debajo del nivel de la gran cantidad de parados –desempleados-
cada que se reabría una industria los “obreros” se aglomeraban, dejando entrar
a una décima parte de ellos aproximadamente.
Esto fomentó la aparición o más
bien, la ampliación de otro tipo de trabajos, los de entretenimiento, pues en
épocas de crisis, el arte es bien recibido. No fue la Academia, sino el
desempleo el que impulsó el desarrollo de talentos: canto, teatro, danza,
comedia, entre otros, en algunos casos generó que vida –aunque precaria- de
estos nuevos artistas se desprendiera de las fábricas o el bandolerismo.
Incluso sí la primera guerra mundial incrementó el aumento del sector femenino
en la vida laboral, durante este periodo, ellas se enfrentan a los estereotipos
que pretenden encasillarlas nuevamente a lo domestico; no obstante, para la mayoría
la masificación de ese slogan sólo queda ahí porque las circunstancias reales
las obliga a también ser sujetos de retribución económica. Cabe destacar en
este punto que el anonimato de los actores de “Tiempos modernos” como la huérfana, el trabajador, el sheriff,
no tienen individualismo porque precisamente representan a la generalidad de la
población y condición de sectores sociales.
No obstante, para los afortunados
–o en des fortunio- que conservaron su empleo, padecieron las más rudas
legislaciones laborales. En cuanto a su remuneración, se ajustaba razonablemente a su rendimiento marginal, muy ad hoc al sentido de la
división del trabajo en obreros especializados; recobraron fuerza los sistemas de
producción que habían entrado en tendencia durante la Revolución Industrial a
finales del XIX, el fordismo y el taylorismo, los cuales se enfocaban en
la eficacia productiva en serie, importaba las ganancias de la empresa en
detrimento del trabajador, quien pasaba a ser un objeto desplazable en el
proceso, “un segundo perdido es un dólar mal invertido”.
Es por ello, que la cárcel no
aparece homóloga a la fábrica, sino como un mejor lugar más apetecible de “estar”,
puesto que ahí siempre los alimentan –haciendo énfasis en la crisis de hambruna
provocada por la pobreza- tienen también ese espacio de individualidad que los
tiempos del trabajo desdibuja. La fábrica durante y anteriormente fue
antisocial porque no brindaba ningún tipo de indemnización al trabajador por
accidentes de trabajo –son fácilmente reemplazables- no hay subsidios,
prestaciones ni seguro. El trabajador esta desprotegido y expuesto a flaquear
por el quebrantamiento de sus nervios, efecto de la aparición de enfermedades
por estrés y depresión que son las
novedades de la modernidad.
Cuando se presenta una crisis económica,
afecta a todas las esferas en que se desarrolla la vida práctica de las personas,
y con ello van surgiendo las “idealizaciones imposibles de conseguir” ante el
cierre de oportunidades. Pero cuando se produce –casi en consecuencia- una
crisis en el espíritu de lo humano, atrae consigo una pesada carga que exige
una revolución. La gran depresión fue solucionada por las políticas económico-bancarias
diseñadas por el gabinete rooseveltiano enfocadas en estimular la demanda a
través del gasto público, generando empleos a través de obras para la población,
medidas retomadas de las ideas de Keynes. Sin embargo, la deshumanización y
mecanización de la vida es algo que seguimos enfrentando, en un mundo faltó de
valores y tolerancia; contaminado con la aparición de inventos absurdos que
sustituyen las tareas más básicas de las personas, que promueven la inutilidad
y dependencia a los aparatos; donde la creatividad se desplaza por la
funcionalidad y el valor artístico queda por debajo del utilitario. La búsqueda
de la felicidad en estos “tiempos
modernos” no cesa.
Fuente: Kenneth Galbraith, John, “la fuerza de la Gran Depresión”,
Cap. XV en Historia de la economía,
España, Ariel, pp. 221- 250
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