La Ciudad de México de "Tin Tan": El rey del barrio


Alicia Elena Vázquez



Hacia los años cincuenta, durante el sexenio de Miguel Alemán Váldes, la Ciudad de México comenzó a polarizarse más que nunca y a consolidar su papel centralista. En contraste con la vida que llevaban las familias acomodadas, nacionales y extranjeras, y que parecían incrementar su cuenta bancaria cada vez más, arropados por el régimen en turno, crecían la desigualdad y el desempleo para quienes no consiguieron integrarse a la “nueva Edad de Oro de la burguesía” [1]. 

     En el sentir general de la sociedad capitalina, mayormente proletaria y de clase media, persistía el deseo de adherirse a un estilo de vida mejor. Ser normalista, huelguista o ferrocarrilero era casi un delito, y para estar al día había que conocer Estados Unidos y ser un exitoso empresario.

     La capital poco a poco fue absorbida por la industrialización y la modernidad, pero seguía siendo el México del tranvía, de las cantinas, de los oficios (el lechero, el bolero y otros) y cada vez más de la marginación espacial y social.

    “El rey del barrio” (Tin Tan) controla a una mafia de poca monta que se dedica a robar a las familias adineradas, y cada noche le reporta las ganancias en un billar de algún barrio bajo de la ciudad, tal vez la Morelos o Peralvillo. Dichas ganancias van a dar a las manos de los más necesitados, que habitan en la vecindad donde vive y que es un cóctel de contrastes.

     La vecindad se ha constituido como un lugar de convivencia y hacinamiento desde tiempos coloniales. Ahí interactuaban quienes se sentían parte del grupo y quienes no, como Carmelita, joven letrada y sin empleo, que se distingue entre las demás que habitan el lugar. Dicho espacio era el escenario ideal para representar la vida de los que no formaban parte de la semi modernidad citadina, que aumentó la brecha entre ricos y pobres. La nueva burguesía comenzaba a abandonar el centro de la capital para irse a vivir a lugares que fueran a tono con su exclusividad, cediendo el terreno a las rentas congeladas que comenzaban a apoderarse de la zona centro.



     Llegaba una nueva cultura urbana, nuevas formas de vivir y convivir, y con ellas la ciudad se extendía hacia el poniente, dejando aún más marginadas las zonas que lo fueron desde el siglo XIX: Peralvillo, Tepito, La Lagunilla. Comenzaron a lotificarse antiguas áreas de recreo y surgieron las colonias Anzures, Polanco y Lomas de Chapultepec, entonces Chapultepec Heights. Algunas colonias trazadas durante el porfiriato mantuvieron su estatus de abolengo hasta finales del siglo XX: la Condesa, la Juárez y la Roma, con sus calles Londres, Roma, Mérida y otras que siguen siendo características de la vida bohemia de la ciudad, cuyo declive llegó con el terremoto de 1985 para recuperarse hacia el siglo XXI. Mientras tanto, Tlalnepantla estaba tan lejos como Rusia.

     La Ciudad de México comenzaba a separarse todavía más de la zona rural y a poblarse de sujetos que buscaban realizar sus sueños en la capital. Pero ¿todos sus habitantes, especialmente los pobres, se sentían parte de la tan pregonada modernidad alemanista? ¿El México Moderno llegó a todos?

     Por las calles circulaban automóviles Cadillac y Ford, entre otros. La población ahora estaba conectada con el mundo gracias a marcas estadounidenses, como RCA Victor, que fabricaban radios y otros aparatos electrónicos. “La Revolución se ha bajado del caballo y ha ascendido al Cadillac”, apuntaba Carlos Monsiváis [2].


     El rey del barrio expone la urbanidad reformada, propia de los años cincuenta en México: la vida nocturna, los pachucos, la radio, los cabarets y la prostitución, fortunas que nacen de un día para el otro. “En la Ciudad de México, el alemanismo es un juego óptico: las clases medias se ilusionan con el auge visible, el inmigrante se deslumbra con las ofertas de placeres instantáneos, y el habitante de las vecindades o de las 'ciudades perdidas' se siente súbitamente distinto sin haberse movido de su lugar” [3].  



     Españoles, franceses, italianos, antiguos porfiristas vuelven del exilio, el "malinchismo" también ha pasado de moda, y los extranjeros son bien recibidos por otros migrantes y por la aristocracia nacional, cuya única obligación parece ser ofrecer grandes fiestas, presumir su poder adquisitivo, aprender un arte y educar a sus hijos de acuerdo a su posición social.



     El rey del barrio (1950) es “cine de arrabal” y se presenta como una sátira a la sociedad de la época y a películas de drama como Nosotros los pobres (1948). “Chóferes, carpinteros, tenderos, albañiles, vendedores ambulantes, secretarias, trabajadoras domésticas, costureras y un largo etcétera” [4] representan el choque social entre las clases medias y altas con la mayoritariamente clase proletaria. El espacio urbano fue transformándose, haciendo más visibles las diferencias entre la opulencia de unos y la pobreza de los otros, y en favor del uso del automóvil.

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[1] Carlos Monsiváis, “Los pasos tan chéveres del alemanismo. La masificación de la mentalidad capitalista”, Proceso, 28 de mayo de 1983. < https://www.proceso.com.mx/136164/los-pasos-tan-cheveres-del-alemanismo>. [Consulta: 16 de septiembre de 2018].

[2] Ibíd.

[3] Ibíd.

[4] Lorena Loeza, “Tin Tan y el análisis político”, 29 de marzo de 2011, Corre Cámara. < http://www.correcamara.com.mx/inicio/int.php?mod=noticias_detalle&id_noticia=2544>. [Consulta: 16 de septiembre de 2018].

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