LA COMUNIDAD ITALIANA VISTA A TRAVÉS DE “EL PADRINO”



Las cinco familias italianas de mafiosos que controlan el mercado del juego, los sindicatos y las relaciones políticas en New York, que nos presenta Francis Ford Coppola en su adaptación cinematográfica de la novela de Mario Puzo “El Padrino” de 1972; dentro de un análisis histórico, permiten vislumbrar un fenómeno más amplio, que es, la migración italiana a Estados Unidos, un país que, no obstante de sus políticas racistas, es y ha sido formado históricamente conformado por flujos migratorios, lo cual le da una riqueza sociocultural enorme.


Se identifican dos fenómenos sociopolíticos que marcaron la pauta de los flujos migratorios modernos (identificados por la historiografía como la época de las grandes migraciones internaciones entre 1820-1930): la mano de obra barata o por la violencia desatada por las guerras y las políticas raciales de sus países de origen. La emigración italiana al continente americano se diversificó según criterios culturales; los del norte prefirieron países de América Latina, mientras que los del sur se movieron hacía Estados Unidos. Y se reconocen dos momentos trascendentes, el primero es durante los movimientos independentistas hispanoamericanos, que coinciden con las guerras napoleónicas. Por tal motivo, los italianos que vienen huyendo o son expulsados de su madre patria, llegan a América con todo un repertorio de ideales de lucha que encontraron sentido al apoyar a la liberación de las colonias y virreinatos; sobre todo en región rioplatense, donde las legiones que llegaron apoyando a “los rebeldes”, con los años posteriores a la lucha fueron formando colonias desde 250 habitantes.

Aunque para el contexto histórico la emigración de europeos no fue un problema serio en ninguno de los dos hemisferios del conteniente americano, sí hubo mejor recepción en Latinoamérica y México, que en Estados Unidos. Y esto se debe a la tendencia del nacionalismo decimonónico que seguía los preceptos del darwinismo social del “mejoramiento de la raza”, a tal punto que sus políticas nacionales eran las interesadas en mezclar a los emigrantes con la población –sin querer ellos tal cosa- implementando medidas gubernamentales unificadoras como el derecho electoral universal, leyes para facilitar su naturalización, entre otras. No obstante en estos países, el proceso de aceptación a extranjeros se revertiría en los años 70s del siglo XX con la subida de las dictaduras militares.

No obstante, la Leyes de extranjeros que emitieron los Estados Unidos eran más rígidas, imponían requisitos de sanidad, adultos jóvenes, y sin antecedentes penales. Esto último en comillas, porque una parte considerable era perseguidos políticos. Se crearon comisiones para seleccionarlos según su “calidad” no sólo profesional para el trabajo, sino en cuestiones de asimilación a la vida del país –empezando por el idioma- por ello, los italianos, como los españoles, por su reticencia a la aculturación y conductas tradicionalistas resultaron “no bien vistos” entre los norteamericanos.

El otro momento de flujo migratorio italiano fue durante el ascenso de regímenes totalitarios –como el stalinismo, fascismo, nazismo- bajo la Italia de Mussolini se produjo una salida de grandes cantidades de habitantes, algunos huyendo del régimen y otros, los enemigos políticos fueron expulsados; es difícil tratar de determinar en cuál de los dos grandes momentos pudieron haber llegado las familias que aparecen en “El Padrino”, la trama se desarrolla en la década de los 40, pero por su consolidación del grupo de Al Pacino, seguramente ya tenían bastantes años en New York.

Un punto clave, que poco se percibe –pero se menciona- en la película es el vínculo que tiene este “tipo de mafia italiana” con los sindicatos. Recordemos que Italia fue de los últimos países europeos en conformare como Edo-nación, en la segunda mitad del siglo XIX cuando –por fin- obtiene su independencia del Imperio Austro-húngaro. Empero, las guerras napoleónicas y las mundiales, con el posterior totalitarismo, obstaculizaron sus luchas sociales, entre las que estaban los derechos laborales de obreros y agricultores, así como tendencia liberales de laicización y libertad de expresión; preceptos que encontraron mayor resonancia en América, dado los movimientos sociales que se estaban llevando acabo aquí también.  Por lo tanto, varios emigrantes italianos eran intelectuales de corriente anarco-sindicalista que traspolaron sus ideales de lucha que en su madre patria ya no podían llevar a cabo.

Lo cierto es que, aunque con ideas liberales en el ámbito laboral, culturalmente los emigrantes italianos eran muy conservadora en sus costumbres y tradiciones; se concentraron siguiendo patrones de residencia en las ciudades agrupándose en barrios o Colonias, que finalmente se reconocían en su núcleo como “Comunidad de Italianos” porque mantenían lazos estrechos entre ellos, a tal punto, que tenían Sociedad de Socorros Mutuos, donde en concepto y funciones, seguramente podemos ubicar a las familias de mafiosos, dotadas de algo así como “un poder judicial” que les había investido la confianza de ‘su gente’ al recurrir a ellos para la ayuda de la resolución de sus problemas, no en el sentido capitalista del pago monetario a cambio, sino por un mecanismo de cadena de favores.

Las cinco familias mafiosas que regían la comunidad italiana en New York dan cuenta de que eran personas preparadas y con ideales firmes, por eso, en distintas escenas aparece Vito Corleone  reiterando los valores que dignifican sus negocios, dando el mensaje implícito de “no somos delincuentes, porque hasta entre los italianos hay niveles”. Y efectivamente, pues no todos tenían poder y se dedicaban a distintos oficios según organizaciones gremiales, desde braceros en los ferrocarriles, trabajos de agricultura –destacando los cafetaleros- hasta periodistas, comerciantes, dueños de industrias de camas, relojes, campanas, bicicletas, accesorios para la iluminación, entre otras.

Estas comunidades no pretendían mezclarse y homogeneizarse con los habitantes del nuevo país, sino respetar y hacer notar su cohesión endogámica entre los demás. Incluso tenían su propia prensa; los dueños de imprentas en las Colonias promovían Decálogos patrióticos, en los que incitaban a conservar su identidad étnica: con la celebración de fiestas nacionales,  no modificando sus nombres “o americanizarlos”, enseñando la lengua italiana a sus hijos y, casándose entre los miembros de su misma nacionalidad. Su carácter de núcleos cerrados,  no fue característica propia de los emigrantes italianos, sino de todos los grupos culturales; pues entendamos que estaban insertos en una tendencia de fobia mundial por los miedos que generaban las doctrinas racistas.

FUENTES:

-Grillo, María Rosa, Emigración Italiana a las Américas, Universidad de Salerno.

-Sánchez Alonso, Blanca, “La época de las grandes migraciones: desde mediados del siglo XIX a 1930” en Mediterráneo Económico: Procesos migratorios, economía y personas, Núm. 1, ISBN 84-95531-08-9, Universidad de Sao Pablo-CEU.

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