La muerte de Camelot
Por Gerardo Armenta
“There will be great presidents again. But there will never be another Camelot”[1]
La espada en la piedra fue estrenada en la navidad de 1963, sólo un mes después del asesinato de J.F. Kennedy, el 22 de noviembre. Esta película muestra cómo el mítico Rey Arturo, ese que tendrá su fortaleza en Camelot y será recordado como justo, llega al trono de Inglaterra de la mano de su mentor, Merlín. No me parece coincidencia el momento en el que esta película fue estrenada, creo que esta película no podría mostrar de mejor forma los valores que esa presidencia buscó reflejar al mundo.
Kennedy fue el primer presidente católico y el primero nacido en el siglo XX. Éste último punto fue explotado por el presidente a lo largo de su, truncado, mandato. Desde el discurso mismo de su inauguración, Kennedy se refirió al momento que Estados Unidos estaba viviendo como uno en el que el mando sería tomado por una nueva generación de políticos. Sería una nueva era en la que, en palabras del presidente, los políticos, y la sociedad en general, se deberían de preguntar qué podían hacer por su país y no qué podía hacer su país por ellos.
De la mano de Jackie creó una figura presidencial glamorosa y sofisticada; una figura que nada envidiaba a la realeza. Con ayuda de la televisión, construyeron una cercanía con el público. Las cámaras los seguían por todo el mundo. La prensa los retrataba como ninguna otra familia presidencial había sido retratada. Se crearon un cuento de hadas y el mundo estaba encantado con esa familia y su cuento, con ese hombre que llevaría a Estados Unidos al espacio exterior, con ese hombre que derrotaría al comunismo. Una cara joven frente a lo que ya se perfilaba como la gerontocracia soviética. En cuanto a fama y juventud, sólo, tal vez, su mayor dolor de cabeza, Fidel Castro, se le comparaba (Kennedy tenía sólo nueve años más que Castro).
Fue precisamente a través de la prensa que la relación entre Arturo y Kennedy quedó perpetuada. Utilizando a los medios, a Life, en particular, el 29 de noviembre Jackie Kennedy se sentó con el periodista T. H. White (compartía iniciales con el escritor T. H. White que había rescatado a la figura del Rey Arturo) y buscó reivindicar la figura de su esposo. En sólo unas líneas, Jackie trajo a la vida a Camelot. La Casa Blanca de Kennedy se transformó en ese mítico lugar; y él, en Arturo. Un hombre que luchó por la igualdad y por la justicia. Uno que, como Arturo, debía de ser recordado y admirado. De la misma forma que el Arturo de Disney es conocido por todos, también lo es JFK. En sólo unas líneas Jackie le regaló al mundo - y se regaló a sí misma - la posibilidad de recordar y de admirar. Estados Unidos y el mundo tuvieron a su Ginebra, a su Arturo y a su Camelot.
[1] Entrevista
a Jackie Kennedy, realizada por Theodore H. White, Hyannisport, Massachusetts,
29 de noviembre de 1963.
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