¿La pérdida de la cultura?


La occidentalización y el desvanecimiento de la tradición japonesa en Spirited Away (2001)
Por Mariana Estrada Argumedo

La globalización ha llevado a que la sociedad se enfrente a un desigual acceso a la cultura, la tradición y el patrimonio. De la misma manera, ha provocado una universalización de lo que debería ser la cultura. Las culturas subalternas, o las de los países poco desarrollados han quedado relegadas ante la opresora supremacía del marketing impulsado por las culturas occidentales.
            Un ejemplo de ello es Japón. Después de la Segunda Guerra Mundial, tras la innegable derrota del gigante asiático, Japón pasó de ser un creciente imperio con un gran poderío sobre su región a convertirse en una pequeña nación, sin posibilidad de tener un ejército y con una política cultural sumamente nacionalista y hermética.
            A pesar de que su economía seguía creciendo a través de la exportación de productos sin identidad cultural (como el desarrollo de hardware) era poco lo que se conocía del arte, el cine, o la literatura producida en las islas japonesa. A partir de los setenta y ochenta Japón comenzó a mostrar al mundo sus capacidades creativas a través del anime y el manga, algunas películas y sus impresionantes videojuegos.
            La globalización y la apertura del Japón a los mercados internacionales provocaron que se difuminaran las líneas, que hasta entonces los japoneses habían mantenido tan claramente, entre el comercio interior y el exterior. La sociedad japonesa comenzó a experimentar la introducción de nuevas tecnologías, nuevo arte y nuevas formas de percibir el mundo. De esta manera, la abrumadora occidentalización, fue, igualmente diluyendo la fuerte tradición que aún existía en Japón.
            La película de Hayao Miyazaki, Spirited Away (2001), nos muestra el contraste que los japoneses presenciaron con la convergencia entre los dos “Japones”. Por una parte, la joven protagonista, Chihiro, viene del nuevo Japón, el moderno, el que se ha olvidado de la religión, los rezos y las tradiciones. Por otra, ella se adentra en un mundo regido por los ocho millones de dioses de la religión sintoísta y en donde el baño público es el espacio en donde convergen todos.
            El personaje de Chihiro, en sí mismo, muestra esta dualidad. Cuando la bruja Yubaba le quita su nombre y la bautiza como Sen, Chihiro se convierte en parte de este mundo tradicional que rinde a los dioses sintoístas.
            Otro ejemplo de este choque cultural es Haku. Haku solía ser el espíritu de un antiguo río que desapareció cuando, como resultado de esta pujante modernidad japonesa, fue secado y se le construyó encima. Entonces el joven Dios no tuvo más opción que perder su nombre y permanecer en el mundo tradicional.
            La película de Miyazaki muestra de manera muy clara el sentimiento de pérdida que experimenta la sociedad japonesa ante la globalización desigual y sus efectos en las sociedades relegadas.


Para conocer más:
Martel, Frédéric, Cultura mainstream, Taurus, 2011.
Zallo, Ramón. "Nuevas políticas para la diversidad: las culturas territoriales en riesgo por la globalización", Pensar Iberoamérica. Revista de Cultura,(4), 2003, http://www.oei.es/historico/pensariberoamerica/ric04a02.htm

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